Londres. Marzo, 1950
Yo no tengo miedo, o bueno antes le tenÃa miedo a la muerte, pero ¿existe algo más tranquilo que por fin fallecer? Los dÃas pasaban y pasaban, creÃa que estaba volando tan lejos, nunca nadie podrÃa alcanzarme, era un ser omnipotente y especulaba que eso nunca cambiarÃa, o es que ¿acaso a alguien más le surgen mariposas de su estómago hendiendo por doquier? Yo sé, parece una monomanÃa, pero lo que les digo es cierto, fuà uno de los mejores bailarines que pudo existir en San Petersburgo, y ¿cómo lo sé? Bueno al final de cada show una oleada de personas se levantaba a aplaudirme y cantidades de mariposas no hacÃan nada más que darle color a ese inusitado espectáculo. La primera vez que se manifestó fue en Le Dieu Bleu ParÃs, 1912 ante la mirada perpleja del público crédulo, ese dÃa me concebà como un dios, de la nada sentà millones de mariposas revoloteando en mi estómago. De repente esa consternación desapareció.El maestro Diaghilev estaba turbado por el gran show que habÃamos dado, definitivamente la mejor parte fue cuando el escenario se atiborró de miles y miles de mariposas, era como un viaje entre dos orbes en busca de la prudencia, cada vez que brotaban pareciera que mi ser quisiera morir y a la vez renacer.
Participé en las obras más portentosas de Paris, entre ellas L'Après-midi d'un Faune 1912, Jeux 1913, Le Sacre du printemps 1913, Le Faune 1916, cada uno de esos espectáculos terminaba con un salón inundado de mariposas, sÃ, mariposas que emergÃan de mi estómago, y bueno Sergei terminaba danzando con nosotros de la felicidad. Al principio no sabÃa de donde provenÃan, pero a lo largo de los años reafirmé que estaban dentro de mà y necesitaban ser rescatadas. El último acto a cargo de Los Balles Rusos, Till Eulenspiegel 1916, fue inolvidable Esperaba que al final del espectáculo nacieran mariposas de colores de mà estómago, pese al gran show, nadie se levantó, no podÃa entender por qué y ahora me doy cuenta que esas denigrados insectos no surcaban más por el lugar.
Ahora escribo esto con lágrimas en mis ojos, cuando danzaba mi alma y esbelto cuerpo transitaban hacia un mundo donde los arboles susurran acerca de aquella preciosidad, no obstante, la enfermedad no me deja seguir en pie y mi beldad bueno se iba deteriorando poco a poco… la verdad es que el único Dios que puede darme las fuerzas para fulgurar ya no está ahÃ, las mariposas no volvieron a retoñar y lo único que pienso es ¿Qué hice para merecerme esto? En este momento espero tener una muerte oportuna y para ser honesto tengo que admitir que me aterra.
Yo no tengo miedo, o bueno antes le tenÃa miedo a la muerte, pero ¿existe algo más tranquilo que por fin fallecer?