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  • Foto del escritorNadieszka Sarama

El diario de un difunto

Actualizado: 13 ago 2018

Londres. Marzo, 1950


Yo no tengo miedo, o bueno antes le tenía miedo a la muerte, pero ¿existe algo más tranquilo que por fin fallecer? Los días pasaban y pasaban, creía que estaba volando tan lejos, nunca nadie podría alcanzarme, era un ser omnipotente y especulaba que eso nunca cambiaría, o es que ¿acaso a alguien más le surgen mariposas de su estómago hendiendo por doquier? Yo sé, parece una monomanía, pero lo que les digo es cierto, fuí uno de los mejores bailarines que pudo existir en San Petersburgo, y ¿cómo lo sé? Bueno al final de cada show una oleada de personas se levantaba a aplaudirme y cantidades de mariposas no hacían nada más que darle color a ese inusitado espectáculo. La primera vez que se manifestó fue en Le Dieu Bleu París, 1912 ante la mirada perpleja del público crédulo, ese día me concebí como un dios, de la nada sentí millones de mariposas revoloteando en mi estómago. De repente esa consternación desapareció.El maestro Diaghilev estaba turbado por el gran show que habíamos dado, definitivamente la mejor parte fue cuando el escenario se atiborró de miles y miles de mariposas, era como un viaje entre dos orbes en busca de la prudencia, cada vez que brotaban pareciera que mi ser quisiera morir y a la vez renacer.


Participé en las obras más portentosas de Paris, entre ellas L'Après-midi d'un Faune 1912, Jeux 1913, Le Sacre du printemps 1913, Le Faune 1916, cada uno de esos espectáculos terminaba con un salón inundado de mariposas, sí, mariposas que emergían de mi estómago, y bueno Sergei terminaba danzando con nosotros de la felicidad. Al principio no sabía de donde provenían, pero a lo largo de los años reafirmé que estaban dentro de mí y necesitaban ser rescatadas. El último acto a cargo de Los Balles Rusos, Till Eulenspiegel 1916, fue inolvidable Esperaba que al final del espectáculo nacieran mariposas de colores de mí estómago, pese al gran show, nadie se levantó, no podía entender por qué y ahora me doy cuenta que esas denigrados insectos no surcaban más por el lugar.


Ahora escribo esto con lágrimas en mis ojos, cuando danzaba mi alma y esbelto cuerpo transitaban hacia un mundo donde los arboles susurran acerca de aquella preciosidad, no obstante, la enfermedad no me deja seguir en pie y mi beldad bueno se iba deteriorando poco a poco… la verdad es que el único Dios que puede darme las fuerzas para fulgurar ya no está ahí, las mariposas no volvieron a retoñar y lo único que pienso es ¿Qué hice para merecerme esto? En este momento espero tener una muerte oportuna y para ser honesto tengo que admitir que me aterra.

Yo no tengo miedo, o bueno antes le tenía miedo a la muerte, pero ¿existe algo más tranquilo que por fin fallecer?




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